LA HORA DEL DIABLO
- Lucía Delor
- 11 ago 2017
- 2 Min. de lectura

Escrito bajo el heterónimo de David Merrick, esta pieza corta es un paseo sobre la intrigante pregunta del Deseo, qué es, por qué es, quién es. Merrick presenta dos mundos, el primero, entendible, desapasionado mundo real, que “al darlo nadie sabe si es costumbre o es beso” y el segundo, flotante, descontextualizado, el inconsciente del diablo (o el diabólico inconsciente).
A través de su monólogo el Diablo increpa a María (a quien el lector o la lectora encarnarán sin otra posibilidad) sobre lo que a pesar de no existir, existe, como única fuerza capaz de mantener al alma viva. A raíz de nuestra condición estructural deseante, somos esclavos del Diablo, quien se plantea a sí mismo como lo imposible, lo que debería haber sido, lo que podría haber sido y no fue y lo que principalmente queremos que sea.
“Seguí, porque era mi deber, el consejo y la orden de Dios: lo tenté con todo lo que existía. Si hubiera seguido mi propio criterio, le habría tentado con lo que no existe”. Desde la definición del Hombre Perfecto, Pessoa recorre el camino de la religión en sentido contrario, la expone, y abre el camino de la reflexión y la incomodidad del entendimiento. ¿Quiénes son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en lo más profundo de nuestro ser?
Nos enfrenta al problema de la Verdad a través de los símbolos, los artificios predilectos de la religión: “Las religiones son símbolos, y los hombres entienden los símbolos no como vida (que son), sino como cosas (que no pueden ser)”. De este pasaje surge el interrogante: si el Diablo es lo que no puede ser, y los símbolos de la religión son cosas que tampoco pueden ser, ¿quién encarna la religión? El patrocinador de Dios es el mismo Diablo.
En la búsqueda incansable del placer, en la ventaja del Deseo, nos vemos permanentemente errantes al encontrarnos con lo existente, con lo que es, con lo que no nos satisface. Es la búsqueda de “el negativo absoluto, la encarnación de la nada” lo que nos mantiene flotando en la esperanza de ese encuentro.
Esta obra es una fuerte crítica de Pessoa a la religión católica, especialmente a la demonización del Deseo. ¿Qué hay en esa “cosa” perdida, que no es, que desborda lo que puede ser dicho? En el terreno del Sueño descansa el peligro de la realización, la condena del goce. ¿Por qué Dios condena el Deseo? Por ser la incertidumbre que tensiona, que enfrenta la certeza de Dios.
El Deseo crea al sueño y el sueño se presenta como un cumplimiento de deseo. “Soy aquel al que siempre has buscado y nunca podrás encontrar. Tal vez, en el fondo inmenso del abismo, el propio Dios me busque para que yo lo complete (…) nos separa, cuando nos debería unir para que la vida y lo que deseamos de ella fueran una sola cosa”. Esta novela corta, con final alternativo, nos plantea un interrogante arraigado a nuestra naturaleza: ¿Diablo o Deseo?



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