EL FAUSTO
- M. del Rosario Ferrari
- 2 ago 2017
- 2 Min. de lectura

Goethe es, sin lugar a dudas, un coloso. Un autor monumental que abarca todo: el tiempo, el espacio, los temas, los personajes. Punto de partida para miles de escritores que siguieron, se convirtió el mismo en un ícono, y sus experiencias en aquellas dignas de imitar.
Lo que dejó es un legado inabarcable, objeto de los más diversos estudios, y los cimientos para cientos de mitos y porciones de nuestra conciencia colectiva.
Como sociedad literaria universal, todos abrevamos del gran personaje que presentó en Fausto. Siempre que se escribe o se menciona el tema del pacto con el diablo, es ineludible la referencia a esta obra. Una obra dramática que, en pocas palabras, muestra la caída de un hombre.
Comienza con el autor como un personaje más que se debate entre la mejor forma de contar los hechos, en tensión entre el director y el público (éstos también son personajes dentro de la obra misma), cada uno con exigencias propias.
La primera parte recuerda al comienzo del libro de Job, donde Dios y Mefistófeles discuten sobre la capacidad del hombre para soportar la tentación y el dolor y seguir, o no, por el buen camino; pero con un final muy distinto.
Hay muchos elementos para destacar. Lo que nosotros presenciamos es la caída terrenal y espiritual de un hombre que, sediento del conocimiento total (que hace recordar al pecado original junto a su soberbia), es llevado por Mefistófeles de lo puramente intelectual hacia los desórdenes del deseo terrenal también. Margarita es en quien fijará su voluntad desordenada, el extremo opuesto, casta, pura, se ve manchada por el pecado que desborda a Fausto y la envuelve a ella también.
La segunda parte, la “Noche de Valpurgis”, presenta cantidad de ritos y figuras del inframundo, junto a la alquimia y las constantes referencias bíblicas.
No hay mucho que pueda adelantar el final pues es conocido por todos. El tema del pacto con el diablo no termina bien, lo que cada autor hace, a su manera, y maestría en este caso, es componer la sinfonía de cómo se corrompe el alma de quien accede a semejante trato. La forma en la que están orquestados los elementos de esta obra en particular es el motivo por el que cierto tipo dramático pasa a denominarse “faústico”.
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